jueves, 22 de agosto de 2013

Reseña Las Eternas de Victoria Álvarez


Por fin me he decidido a escribir una reseña de una de mis novelas favoritas. Os hablo de Las Eternas, una novela escrita por la joven autora española Victoria Álvarez. Desde que leí Hojas de Dedalera, su primera novela, supe que me encantaría cualquier cosa que ella escribiera, y desde luego ahora lo sé con más certeza después de haber leído su segunda novela. 
Hace ya bastante que la leí, más de medio año. Esperaba con ansias que llegara el día de la publicación (5 noviembre), y adivinad quién estaba ya en FNAC el día 6 durante una hora libre de la universidad preguntando si les había llegado. Sí, yo. Lo malo es que el chico se confundió de sección y no la tuve hasta el jueves de esa misma semana (salía el lunes), para mí fue mucho tiempo sin tener la novela entre mis manos y sin poder empezar a leerla.
Las Eternas es una novela que engancha desde la primera palabra. Como que iba a la universidad y volvía a casa en tren cada día, eso significaban dos horas de lectura diaria, y leyendo durante ese tiempo me acabé el libro en unos 6 días. Cuando no estaba leyendo tenía la necesidad de coger el libro, tirarme en la cama y pasar horas y horas leyendo, pero no tenía más tiempo así que solo leía en el tren. 
Es posible que me olvide de algunos detalles de la historia porque hace mucho tiempo que la leí, pero intentaré hacer esta reseña lo mejor que pueda.
Venecia 1908. Gian Carlo Montalbano y su hija Silvana instalan su juguetería, La Grotta della Fenice, frente a la antigua y emblemática juguetería de los Corsini. Los juguetes de los Montalbano son la última generación de autómatas que se pueden encontrar en el mercado y sus muñecas son tan perfectas que parecen de carne y hueso. Mario Corsini, decidido a averiguar los secretos del arte de los Montalbano, se adentra en la juguetería y entabla amistad con la fría e inteligente Silvana. Sin embargo, lo que Mario descubrirá en La Grotta della Fenice desafiará los límites de su imaginación y hará estremecer los cimientos de la sociedad veneciana, sumiéndola en una espiral de horror y muerte.
La historia empieza en Civitavecchia con la peste que hubo en Italia a finales del siglo XIX. Victoria narra la historia de una enfermera que espera a que los hombres de la morgue vengan a llevarse a la última persona que quedaba en una sala y que había sido una de las últimas víctimas de la enfermedad. Ese es el final de la vida de la pequeña vida, pero el principio de la vida de Silvana cuando Montalbano la encuentra.
En el primer capítulo ya nos encontramos en Venecia, la ciudad de los canales. 17 años después de lo sucedido con la niña llegan a Venecia los Montalbano, unos nuevos jugueteros que piensan instalarse delante de la juguetería Ca’ Corsini. Por supuesto nuestro prontagonista Mario está furioso porque piensa que eso les quitará clientela y solo los ve como la competencia, pero el menor de los Corsini, Andrea, los ve como cualquier otro artesano. Ambos hermanos son como polos opuestos, pero en el fondo se parecen, según mi opinión. Mario es el mayor y por lo tanto es el que se encarga de seguir con el negocio familiar después de perder a sus padres con la peste y de ser criados por sus vecinos, los Salimbeni. Andrea en cambio es el hermano menor, el don Juan de los dos y el que vive sin preocupaciones. Mario se queja porque si no está con una chica diferente en la cama cada día, no está con ninguna; siempre tiene que irle detrás diciéndole que se encargue de atender a los clientes puesto que él está en el taller fabricando los juguetes para poder venderlos e intentando innovar.
A lo largo de la historia se puede observar una clara evolución de Mario y su opinión sobre los Montalbano. Al principio se negaba a ir a visitarlos, pero al final después de ver que la pequeña de los Salimbeni, Emilia, le encantaba ir allí. Así que decidió ir a ver cómo era la tiendo y porqué todo el mundo no dejaba de hablar de La Grotta della Fenice. Entonces es cuando el peculiar Mario, siempre encerrado en su mundo y serio conoce a la fría Silvana en el taller cuando con la excusa de que necesitaba una herramienta Gian Carlo lo guía hasta allí. Cuando Mario conoce a Silvana ella lleva unas lentes para poder ver mejor las pequeñas piezas que usa para crear los juguetes, pero aun así Mario cree que es la mujer más bella que ha visto jamás. Estas serían más o menos las lentes que llevaría Silvana según una foto que Victoria colgó en su facebook:



No quiero desvelar mucho más de la novela porque si alguien después se decide a leerla podría arruinarle las cosas. Victoria como con Hojas de Dedalera ha sabido mantener la intriga a lo largo de las más de 300 páginas que tiene el libro. Ha sabido darle un giro de 360º a la trama que sin duda deja boquiabierto al lector y eso es algo que aprecio bastante en una novela porque sinceramente  un libro que es predecible nunca lo acabas leyendo hasta el final por querer saber qué pasa e incluso yo he dejado algunos por acabar por eso.
Otra cosa que me ha gustado de la novela es que a medida que avanzaba la lectura y leía las descripciones de los sitios era como si estuviera en la misma ciudad que los personajes. Me acuerdo de una escena en la que los protagonistas van por los canales y al leer esa escena era como si yo estuviera en la góndola de Mario por los canales de Venecia. Estas son las casas de las familias. La de las ventanas azules con las cabezas es la de los Montalbano, la otra la de los Corsini, separadas por el Gaffaro, uno de los canales de la ciudad. Os dejo la descripción de la casa de los Montalbano para que veáis lo que quiero decir con lo de las descripciones al igual que las fotos.
La casa se erguía justo enfrente de la de los Corsini, al otro lado del canal que separaba la fondamenta Minotto de la fondamenta Gaffaro, y que recibía el mismo nombre de rio del Gaffaro. Aquella mañana parecía más destartalada que nunca; la pintura de sus tres pisos estaba desprendiéndose como si tuviese la lepra, y encima del alero, atestado de palomas, se acumulaba tanta suciedad que se necesitaría un regimiento entero de trabajadores para arrancar la costra de salitre y verdín que lo recubría todo. Al balcón del primer piso le faltaban un par de balaustres, que seguramente yacerían en el fondo del canal, entre las algas y los restos del desayuno que alguna abnegada vecina acabara de arrojar desde su ventana. Las contraventanas se encontraban a punto de desprenderse, al igual que las cochambrosas cabezas con cascos.
Con las incrustaciones provocadas por las aves y por la lluvia la casa recordaba a un navío hundido, recubierto de plancton, de caracolas y de conchas marinas. Mario movió la cabeza, aún tratando de asimilar la noticia que acababa de darle su hermano pequeño.




También os quería dejar una foto de la autora con algunos lectores que asistieron a la presentación que se celebró a principios de diciembre del año pasado (no os asustéis por los atuendos ya que también era un concurso de vestimenta Steampunk y clockpunk, género de la novela), y otra foto de cuando me estaba firmando mi ejemplar.




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